Me
gusta hasta el modo en que te alejas de mí:
despejas
el camino y esparces tu mullida niebla.
Me
acurruco en el hueco de la ausencia,
intento
evitar aquello que me haces sentir.
La
opacidad me envuelve y tiemblan mis dedos,
se han
olvidado del camino hacia el sur,
necesitan
un guía y se rebelan
en una
protesta sin estandarte,
en una
guerra silenciosa y húmedamente salada.
No hay
brújula, sólo una sábana infinita
como la
noche, como el no soñar.
Huelo a
ti
y al
beso que no te he dado.
©
Anabel
Perfumes de ausencias, olores de lluvia.
ResponderEliminarMe gusta el olor y el dolor de la ausencia. Todo huele a nada, que es el olor del olvido, o algo así.
ResponderEliminarGenial la entrada anterior, también la de los higos, y, claro, está ésta, que me ha congelado la distancia...
Te dejo un saludo
Mario
Sí, en efecto, hay ausencias que son tan poderosas y contundentes como las presencias.
ResponderEliminarSon muchos los momentos y ocasiones en que se saborea más la ausencia que la presencia.
ResponderEliminarNos traiciona la cabeza y nos plegamos a los cantos de sirena de un deseo irrefrenable.
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