Somos
dos ángeles con sexo,
dos
miedos paralelos.
Mi
boca está clavada en el madero de tu cuello.
Marwan
El
universo sabe que, si fuera por mí, se podría hundir, por eso no lo hace.
Simplemente se detiene y deja que mis ansiosos dedos respondan a tu llamada
desde el WhatsApp. Suelto lo que lleve en las manos, da igual si son una docena
de huevos como un brik de leche; caen
y mis oídos ni siquiera lo oyen. Pienso que morir atropellada en un paso de
cebra sería un precio relativamente bajo si contestarte me fuera en ello.
Me
dices que te tengo olvidado, que no te llamo. Escribo que no quiero agobiarte,
cuando lo que realmente debería poner es que no quiero espantarte; me muerdo
los labios para detener mis pulgares en su carrera hacia el te echo de menos. Y
aparece dicha frase desde tu teclado táctil y sonrío de tal manera que la gente
me mira como si fuera de otro mundo. No saben que estoy en otro mundo.
Al
abrir la puerta, te contienes, me besas húmedamente en los labios, aunque sé
que allí mismo me arrancarías la ropa. Hablamos de banalidades mientras
nuestras mentes ya están desnudas en la cama. Me vuelves a besar, esta vez un
poco más largamente y acaricias mis caderas. Qué guapa has venido hoy. Ahora te
beso yo y busco en tu boca las ganas que tienes maniatadas. Las encuentro,
todas.
Pero
cómo puedes ser tan bonita. Me deshago cubierta por tus ojos azules y pienso
que el tiempo es infinito cuando lo comparto contigo, que me da igual lo que
suceda en los intervalos entre nuestros encuentros horizontales. Tu suave mano
vuelve a perderse debajo de las sábanas en busca de mi pubis. Me estremezco como
una quinceañera y me lames el cuello.
—Me
gustas mucho —me dices.
Suspiro.
—No
sigas por ahí, no fue ese el pacto.
—Lo sé…
Nos
miramos durante minutos sin parpadear. En cuántas partes de tu cuerpo me puedo
perder. Quién dijo que no se podían penetrar los oídos cuando las palabras son
tan dulces como sables de azúcar. Necesito que me muerdas, que me marques, a
cambio, te dejaré mis uñas un ratito en la espalda. Hecho.
Como el
Sol que, tarde o temprano, engullirá la Tierra, tú y yo nos acercamos e
intentamos detener lo inexorable comiéndonos a besos delante de la encrucijada
de la vida.
©
Anabel
Hermosísimo
ResponderEliminar¿Pactar de antemano cuando los sentimientos tienen reacciones propias y opuestas a la razón?
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