miércoles, 21 de diciembre de 2011

¿Dónde estabas, vida?


“La felicidad es la conciencia de la propia mejora.”

Alexander Lowen

Su lengua le devolvió el auténtico sentido de la humedad penetrante. No estaba muerta. Le pareció un milagro de advenimiento haber sentido su latir desbocado sobre los senos. Doblemente viva. Morir por esos momentos en los que se palpita con dos corazones es resucitar. Demasiado dilatado había sido el letargo en la cueva de los sacrificios baldíos, en el pasillo que sólo tiene una dirección: la certeza de la desolación. Respirar desde otra boca y ahogarse en el placer que revive. Abandonar la sentencia de muerte a cambio de un fuego enaltecido que abrasa el vientre. Dolor purificador que anuncia un otoño cálido sobre una cama deshecha. Inmortal en la ausencia de relojes y lámparas. Tiempo detenido en unos dedos sobre unos pezones. Tactos de pieles aquejadas del mal de los imanes. Lenguaje reducido a gemidos, jadeos, suspiros, caricias y salivas verdaderas. Porque el deseo no es mentiroso. ¿Dónde estabas, vida? ¿Dónde te habías escondido? Se percató de que había tirado la toalla en un ring donde únicamente ella peleaba; se percató de que se había olvidado de vivir dedicada a levantar castillos de arena sobre cimientos a base de pañuelos de papel. Ya no quería castillos, ni cimientos. Llenaría todas las cajitas de partículas de magia envueltas en sudor de amor tan fútil, inestable y brillante como la vida misma.

Beatriz sonreía y él acariciaba su sonrisa.


© Anabel


lunes, 19 de diciembre de 2011

Ser Mujer

Baño de Psyche, Frederick Leighton

Entenderlo me ha costado mucho,

toda una juventud.

Demasiado tarde para que la dicha sea larga,

sin embargo, jamás mis ajadas manos

se empacharon tanto de la libertad de serlo.

Conjugar la satisfacción en primera persona

del femenino singular y sentirse completa.

Enarbolar la bandera de la independencia

sin más mástil erecto que mi vida

por la que he partido nudos de agua dulce,

mitos, leyendas y religiones,

muebles decimonónicos y promesas incumplidas.

Seguiré partiendo mi pecho cuando la pena merezca

el calor de un beso en una noche tibia,

el semen salpicado con dedicatoria,

la sombrilla que protege mi piel,

las risas de las que más quiero.

Sin maletas para no tener qué llenar,

sin recuerdos con que arrepentirse,

sólo con flores de loto, la vista al frente

y vestida de sonrisa

aunque no sea noche de fiesta.

Por las que no lo pudieron ser

y por las que han de venir,

soy mujer.


© Anabel