sábado, 20 de agosto de 2011

Asunción


Para Eli

Llora porque no es feliz. La risueña inconsciente que sólo veía alegría y diversión ha desaparecido. Ahora no es capaz de mirar al mundo con los mismos ojos. Porque ya no son los mismos, porque esos ojos han visto desiertos en el vergel que, una vez, le pareció infinito. Porque no quiere traspasar la barrera y pisar la arena caliente que puede herir sus delicados pies. Busca en el horizonte un oasis y no lo ve; teme quemarse, no llegar hasta el refugio que no puede vislumbrar desde donde se halla. Cree que nunca volverá a ser la misma, y en eso tiene razón: la inocencia, como la virginidad, se pierden sólo una vez y nunca se recuperan. Tal vez esa pérdida le sea insoportable: haber descubierto las caras más oscuras de este mundo le ha conmocionado. No estaba preparada, no esperaba que la vida fuera así y no cómo ella la sentía.

No volverá a ser la de antes, ni es necesario. No volverá a ser feliz las veinticuatro horas del día, era un espejismo. Deberá atreverse a traspasar la inhóspita frontera y aceptar que va a ser arrastrada por tormentas de arena. Deberá entender que ella será la artífice de su trascurrir vital que se construirá día a día con sus experiencias y capacidades, con los dramas cotidianos y las felicidades efímeras. También encontrará prados donde descansar y recuperar las ganas y la esperanza para continuar, aunque sea por pedregales. Que únicamente le valdrá el esfuerzo, el tesón, la capacidad de darse oportunidades y de saber perdonar. Y perderá importancia la meta, lo único que contará será resistir, será el camino.

Aún no sabe lo mucho que duele asumirlo.

©Anabel