martes, 17 de octubre de 2017

Que llueva, que llueva...



Busco las nubes borrachas de rocío
como un zahorí lisiado,
sin varita mágica y casi desesperanzada,
armada con rabia furtiva y
con un deseo imperioso
de que la milagrosa lluvia
nos apague fuegos e incendios,
nos limpie la piel de corazas absurdas,
nos arranque escamas de pez egoísta
y nos deje desnudos
como salimos de nuestras madres
─aunque a veces se nos olvide,
todos tenemos una─.
Que un diluvio nos robe las posesiones,
nos esterilice la mirada,
nos extirpe el gen cainita;
que un sunami nos revuelva las almas
y azarosamente las reparta
para sentirnos como el de enfrente,
el enemigo, el repudiado.
Poder de agua, universo en una gota,
apiádate de esta raza irracional:
danos la clarividencia
de la consciencia del otro en nuestro yo.


© Anabel