Me hubiera gustado que me
enseñaras,
haber aprendido contigo el
efecto de lo bello,
para convencerme de que fuiste
una experiencia provechosa,
para poder dar sentido al
tiempo invertido.
De aquellos lodos, tan solo
quedan
cien fotos desechables,
un millón de lágrimas secas,
la amargura de lo mediocre,
el sentimiento de lo perdido
y toda la culpa de la cobardía.
Me rescata pensar
que tengo el
corazón intacto,
mucho mundo por descubrir,
las manos enteramente blancas
y el ímpetu inmarchitable de la
juventud no vivida.
© Anabel
Qué grande...
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