domingo, 22 de noviembre de 2009

La última gota




La última gota de la última nube que pasó sobre la ciudad.


Eduardo iba, como todos los días desde hacía una semana, a visitar a su mujer, Elvira, que estaba en coma. Los médicos no le habían dado esperanzas, pero él se aferraba a la idea de que aún respiraba pues no podía soportar que ella abandonara este mundo antes que él. Se lo prometió a la salida de la iglesia el día de su boda: “Prométeme que no te morirás antes que yo” y Elvira, siempre tan considerada con los deseos de su marido, le regaló un beso en la nariz preñado de sinceridad.


La última gota de la última nube que fue soñada por Elvira.

Soñaba desde hacía una semana con una gota límpida y cristalina que pesaba más que las demás y que caía lentamente sobre un redondel negro. Y lo soñaba hora tras hora, sin sentir más que un deseo infinito de que esa gota llegara y cayera, que provocara un sonido diferente, casi musical, que llamara la atención por su densidad y armonía. Lo soñaba con la única parte de su ser que ya podía dominar, con el único deseo, con las únicas fuerzas que empezaban a ser pocas.


La última gota de la última nube que cayó sobre un paraguas negro.


Eduardo estaba dispuesto a cerrar el paraguas porque el ritmo de las gotas sobre la lona negra había menguado mucho y creyó que iba a dejar de llover. El sonido de esta última gota lo despistó, cruzó la calle mirando al cielo y un demasiado rápido con cuatro ruedas lo arrolló. Sintió un gran golpe que lo lanzó lejos, pensó que le habían roto las piernas y se alegró porque de esa manera podría estar junto a la cama de Elvira sin tener que abandonarla ni un instante. Le pareció extraño no sentir dolor, pero más le sorprendió verse a sí mismo tumbado en la calzada como un muñeco de trapo, inerte. Se estaba elevando hacia el cielo, agarrado del paraguas como una Mary Poppins cualquiera. “No puedo irme, no puedo irme todavía” gritaba para sí mismo, pero una fuerza indómita lo absorbía hacia un universo inexplorable.

La última gota de la última nube que despertó a Elvira.


Una humedad aguda en la punta de la nariz obligó a Elvira a abrir los ojos. La máquina comenzó a pitar alocadamente, médicos y enfermeras acudieron justo a tiempo de ver la cara de Elvira que como despedida les mostró la mejor de sus sonrisas.

La última gota de la última nube fue sacudida de un paraguas celestial.


Desde un prado limpio de nubes sobre las almas y lleno de hierba en forma de nubes, Eduardo sacudió con fuerza el paraguas, pues la última gota debía mojar la nariz respingona de Elvira. Poco tuvo que esperar para verla surgir como una flor secándose la nariz con el borde de su resplandeciente túnica.


-Sabes que yo nunca rompería una promesa, Eduardo.

© Anabel

10 comentarios:

  1. ¡Ahora sí!! Precioso. Me gusta mucho como te ha quedado. Besos

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  2. Es adorable este cuento...
    estoy muy conmovida y se me hizo un nudo en la garganta. Es todo lo que puedo decir.

    Beso

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  3. Ufff, cuentista... La última gota, la última promesa cumplida... Si de verdad fuera así, si tuviéramos constancia... Pero no la tenemos. Imaginamos que sí, que debe ser, que nada se acaba, que siempre hay una nueva oportunidad... Incluso tras la mismísima vida. Lo pensé tantas veces, he creído tantas veces... Ahora que sé que sabes... Ya no sé si es necesario esperar para llegar al otro lado, ya no sé si ese otro lado está en este y no lo vemos....

    Es una historia triste y hermosa, es una "promesa" por sí misma llena de esperanza... Es incluso alegre, es alegre.

    Es feliz... Y está llena de nostalgia también... La sombra de la muerte siempre es sombra al fin y al cabo.

    Es precioso :)

    Gracias por visitar esa "otra casita" que no crece porque no es más que un portal... Me pierdo entre tanta puerta Anabé, jajajaja, y sí, estoy "de obras" (y lo que me queda al paso que voy!!!!)...

    Llenas mis casas con tus palabras y mi corazoncito también Cuentista bella... Y venir acá siempre es un placer, y leerte... Y ojalá pudiera más que aún sé que me pierdo más que mucho.

    (Y sí que nos gusta darle a la sin hueso, jajajajajajajaja)...

    Un abrazo inmenso, tengo que contarte cosas en cuanto pueda :))))))))

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  4. Ufffffffff, me he quedado sin palabras. Precioso cuento.
    Cuando te haces mayor y te das cuenta lo bien que se esta con la persona que ha compartido tantos buenos y malos momentos de la vida.
    Solo querrias que la partida fuese juntos.
    Un abrazo y gracías.

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  5. Un cuento precioso, palabras que emocionan y una historia triste pero con un final precioso.

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  6. Me hacer creer, Anabel. Qué relato más tierno.
    No sé si hubo poemas el jueves. Ando despistada. Otro día será.
    Besos

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  7. Querida amiga, sos mágica, tenés el don del relato...
    Siempre es un placer leerte reina!
    Te abrazo

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  8. Joder qué triste. Supongo porque acabo de escribir un relato no mucho más alegre... Vamos, ni una pizquita alegre, creo... En fin, sigue gustándome tu verbo.

    Y sigo siguiéndote.

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  9. Sencillamente precioso. Un cuento lleno de sensibilidad. Besos.
    http://senderosintrincados.blogspot.com

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