Le queda poco.
Es evidente en su mirada perdida,
tan extraviada como su memoria,
tan errática como su cronología.
Deja huellas de su despedida silenciosa:
migas de pan negro esparcidas
por el pasillo tortuoso de su presente,
únicas neuronas que revelan
su viaje hacia la otra dimensión.
No va sola en su nueva travesía,
le acompañan la cinta de Moebius
y los nombres que había borrado.
Allá donde vaya lo entenderá todo,
no habrá fechas ni caras que recordar,
las leyes físicas serán su capricho
y el miedo, por fin, desaparecerá.
Tránsito vertiginoso
que ralentiza los días,
dicotomía de lo indeseable
aunque sea paliativo.
Ya llega el aroma del opio
que sólo a ella le tiende la mano.
© Anabel
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