viernes, 29 de marzo de 2013

El precio justo





Ya he estado allí,
en el ascensor donde mi vecino me tiraba de las coletas,
de donde no podía escaparme hasta que la puerta del sexto se abriera.
A tus zarpas les han limado las uñas el tiempo y la razón.
Tal vez sea el güisqui que me hace ser barroca como a Matute,
pero ya no me asustas, soy capaz de mirarte a los ojos, gritarte:
“¡no hay huevos!”
y salir corriendo hacia la libertad adolescente,
aunque no llegue al final del callejón,
aunque me encuentre de bruces con tu porra.
Sé lo que quiero y lo que cuesta.
Y estoy dispuesta a pagarlo.
Ahora, me pillas.

© Anabel

1 comentario:

  1. Madre mía, qué bueno... Todos estamos dispuestos a pagarlos, o casi todos, o muchos, o algunos bastantes, o alguien más, o tú, o yo... sumemos y armemos la razón con gritos de letra.

    Un saludo

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