miércoles, 21 de diciembre de 2011

¿Dónde estabas, vida?


“La felicidad es la conciencia de la propia mejora.”

Alexander Lowen

Su lengua le devolvió el auténtico sentido de la humedad penetrante. No estaba muerta. Le pareció un milagro de advenimiento haber sentido su latir desbocado sobre los senos. Doblemente viva. Morir por esos momentos en los que se palpita con dos corazones es resucitar. Demasiado dilatado había sido el letargo en la cueva de los sacrificios baldíos, en el pasillo que sólo tiene una dirección: la certeza de la desolación. Respirar desde otra boca y ahogarse en el placer que revive. Abandonar la sentencia de muerte a cambio de un fuego enaltecido que abrasa el vientre. Dolor purificador que anuncia un otoño cálido sobre una cama deshecha. Inmortal en la ausencia de relojes y lámparas. Tiempo detenido en unos dedos sobre unos pezones. Tactos de pieles aquejadas del mal de los imanes. Lenguaje reducido a gemidos, jadeos, suspiros, caricias y salivas verdaderas. Porque el deseo no es mentiroso. ¿Dónde estabas, vida? ¿Dónde te habías escondido? Se percató de que había tirado la toalla en un ring donde únicamente ella peleaba; se percató de que se había olvidado de vivir dedicada a levantar castillos de arena sobre cimientos a base de pañuelos de papel. Ya no quería castillos, ni cimientos. Llenaría todas las cajitas de partículas de magia envueltas en sudor de amor tan fútil, inestable y brillante como la vida misma.

Beatriz sonreía y él acariciaba su sonrisa.


© Anabel


5 comentarios:

  1. En facebook he escrito que he desayunado con este relato. Y lo he hecho, conste. Te he leído al despertar, y he asaltado tu muro. Y te vuelvo a leer ahora, para poder escribirte cuán me ha gustado tu descripción. Esa frase última, esa frase primera, esa sonrisa, esa cama habitada, esa caricia introductoria, esas manos exploradoras, ese punto de mirada que busca ese otro punto de vista, esa interrogación que no quiere respuestas sonoras, ese placer, ese supremo goce placentero, ese otoño vencido por el estío de los cuerpos al fusionarse, ese gemido roto, ese romper el silencio con suspiros que se desanclan, ese morir para resucitar cual lázaros del amor penetrante, eso corazones que hablan porque no saben latir, esa magia en cajitas de x gramos, esa toalla mojada de rocío amatorio, esos imanes que sujetan nuestra hoguera sin vanidad, esos pezones estacionarios donde alunizan los dedos apolos y resbalan las salivas verdaderas, esos castillos derrotados donde moran los fantasmas del pasado fresco, esos cimientos hundidos en la arena de la playa desierta, ese reloj que marca la llegada y denuncia la huída, esa felicicidad que brilla como lo hacen las letras que acaricias y domas para que nos acaricien y amansen.

    Gracias

    Un abrazo, sin contemplaciones

    Mario

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  2. Tiene fuerza, cuentista. Un montón.
    más besicos

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  3. Anabel ¿cuentista? qué va. Es un texto maravilloso, lleno de vida y nunca mejor dicho. Belleza y gusto en cada palabra y emoción y ternura a raudales. La pregunta, el título es perfecto. Me ha encantado.
    Muchs besos llenos de esa vida te deseo.

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  4. Precioso, Anabel.
    Feliz Navidad
    Mariano Ibeas

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