Me quedo con los abriles casi marchitos
y el tacto incisivo de la experiencia concentrada
en pétalos granates, silencios azules y
el perfume limpio de la madera vieja.
Canas con reminiscencias setenteras
que echan de menos greñas protestantes,
colchones usados y sudores traslúcidos,
humos densos y licores baratos,
desde el cómodo sillón que proporciona el gin-tonic
y la distancia de saber que se fue joven antes que los hijos.
Apoyado en el respaldo de haber fracasado,
abrigado bajo la escasa manta del buen sabor de boca
de las pocas cosas que valen la pena en esta vida.
Soñar con los mismos sueños de juventud
sin anhelar realizarlos, pero sin rechazar disfrutarlos,
que la esperanza no se pierde nunca
aunque ya no se crea en ella.
50 primaveras
no son 18,
ni falta que hace.
© Anabel
Cuando leo cosas como ésta, ya lo he dicho en alguna ocasión, me gusta. Simplemente me gusta. La disfruto y no me paro a analizar porqué. La disfruto y punto.
ResponderEliminarGracias por el regalo.
Felicidades a quien haga esas 50 primaveras de alguien que ya las pasó hace cuatro años.
ResponderEliminarUn abrazo.
Me parece que ya he descubierto al destinatario, pero que se diga, por si acaso. El poema es maravilloso, Anabel. Apoyado en el respaldo de haber fracasado: ¡Qué bueno!
ResponderEliminarSi es quien pienso, casualmente recibirá algo en estos días.
Anabel
ResponderEliminar¡Te superás constantemente! Me agradó leer este poema tuyo e imaginar perfectamente la escena y sentimientos.
Un beso y gran abrazo,
Marcela
A cuentagotas...
ResponderEliminaruna gota
de miel o de hiel,
una gota de tu veneno
y venga luego,
cuando quiera,
la muerte.
Mariano Ibeas
Un abrazo
Beso tu tiempo en el tiempo de tu piel.
ResponderEliminarmi beso de feliz cumples.
me encanto, si.
ResponderEliminarun beso desde una lejana y otoñal patagonia.
Ni falta que hace.. pero quién las pillara!
ResponderEliminarBesos, que me ha gustado un montón