Pasa el tiempo inexorablemente incluso para un banco del parque. Casi dos años a la intemperie que agrietan cualquier tablón, oxidan cualquier hierro y arrugan cualquier piel. A Beatriz le agradó comprobar que tanto el banco como su piel seguían en pie. Recordó aquel mes de mayo cuando bajaba a contarle al banco y a su hermana los restos de la batalla perdida, con lágrimas en los ojos y rabia en el corazón. Restos de una guerra anunciada desde hacía mucho tiempo, pero no por eso el final había resultado menos doloroso. Y es que la cobardía siempre se paga con un alto precio. Pensó en volverse a sentar en él, ver si seguía doliendo tanto como la última vez, si las ganas de llorar persistían, si aún tenía el alma llena de miedo.
Y volvió a llorar, a llorar lágrimas redentoras, claras, magníficas con las que lavó un pasado imperfecto para convertirlo en un presente libre de conjugarse únicamente desde la independencia y las ganas de vivir.
Beatriz sintió que había deshecho el maleficio y que el incipiente sol primaveral calentaba como si no fuera necesario que el verano llegara.
© Anabel
Me gusta tu manera de esculpir, de dar forma a según qué pensamientos. No sé, pero cada vez que leo algo aquí, no puedo hacer otra cosa que escribirte lo mucho que me gustaría escribir como tú, tener esa constancia, tus ganas, tu talento...
ResponderEliminarDesde mi banco, un abrazo
Mario
Cuando las lágrimas sirven para la libertad, son lágrimas aprendices de sonrisas. Por lo demás yo me apuntaría al comentario de Mario
ResponderEliminarNo importa cuál fuera el motivo que dio lugar a las lágrimas, lo importante es que dan lugar a ese cambio tan bien reflejado en "lavó un pasado imperfecto para convertirlo en un presente libre".
ResponderEliminarMe ha conmovido y removido. El movimiento siempre es bueno.
Un abrazo enorme
Querida Anabel, qué bien describes ese paso hacia la esperanza de la felicidad.
ResponderEliminarEs un texto precioso, real y certero.
"La cobardía siempre se paga con un alto precio"
Me ha encantado.
Un abrazo.