
Le he dicho a Amando que, cuando regrese de acompañarlo a la estación, me echaría en el sofá hasta que me cayera de él. Y es que estoy cansada, me duelen los pies y esta cabeza mía ya no aguanta la madrugada mezclada con Bombay azul (a falta de Hendricks) y tantos metros de versos… Pero no puedo. Me bulle el cerebro y no es la resaca, no.
Ha sido un fin de semana intenso. Ha venido Amando y eso ya es suficiente para que estos dos días hayan sido estupendos. La IV edición del recital Vers Art ha sido otro motivo y, por si esto no bastara, Oscurece en Edimburgo se ha presentado en Lleida y en Las Palmas a la vez, y Amando ha presentado su último poemario, Versos como carne, también en les terres de Ponent. Demasiadas emociones para tan pocas horas y para un corazón que no está acostumbrado a latir tan deprisa.
A veces los elementos se alían en contra, pero en este caso ha sucedido todo lo contrario: sincronía y sinergia. Destino a favor, causalidad haciendo de las suyas y provocando que hechos muy poco probables acontezcan: presentar Oscurece en Edimburgo al mismo tiempo en la feria del libro de Las Palmas de Gran Canaria y en Lleida dentro de los actos del IV certamen del Vers Art. Si se hubiera preparado no hubiera podido salir de esta manera. Amando y yo nos hemos sentido muy arropados y hemos percibido que Oscurece en Edimburgo empieza una prometedora andadura. El público la ha acogido con curiosidad y sorpresa, con ganas de tocarla y llevársela a su casa. Esto ha sido tan solo un pequeño avance de lo que va a acaecer en la península dentro de muy poco. Y hasta allí puedo leer.
No me queda más que añadir que en esta foto en la que a simple vista sólo aparecemos Amando y yo, si os fijáis bien, asomando como críos pequeños, enredando por saludar, se puede distinguir la fuerza y el tesón de Francisco, la risa de Dácil, la ternura de Inma, el ingenio de Marcos y el cascabeleo de Ana.
Estamos los siete o ¿es que no lo veis?