Blanche Dubois en Un tranvía llamado deseo
Imaginar un sujetador promovería, al menos, dos interpretaciones, según sea evocado por un varón o por una mujer. A través de un varón, las dos copas y el cierre presentarían un escenario erótico, un anticipo, quizá, de una intensa sesión amatoria. En la recepción de una mujer, convengamos que la imagen se alargaría, antes que por el erotismo, por las vicisitudes del mundo femenino, exclusivamente femenino, como prenda práctica y cotidiana.
¿Será Historias de sujetadores un libro erótico o un libro de mujeres? Hay contestación a las dos opciones, aunque no sólo a ellas.
La autora se sumerge de lleno en el universo de la mujer; mujeres son las protagonistas principales de todos los relatos del libro, aunque en todos menos uno, “La ciega”, aparece replicando un hombre como parte importante en la acción. El mundo de Anabel en este libro es dual, sí, del yin frente al yan, movido por las remembranzas eróticas que a los varones nos puede despertar el título y que resultan atractivas desde las fantasías femeninas que iremos encontrando: el jardinero musculoso o un amante esporádico, hacerlo en el baño de un tren o en la trastienda de una panadería, contratar un prostituto o seducir a un becario…
Pero con el encanto de lo erótico sutil, dulce erotismo blanco, este libro de catorce relatos no solamente aterriza en el mundo sensual. A lo largo de sus páginas, nos llevamos también muestras para reflexionar sobre las mujeres prisioneras que se enfrentan a su destino, ya sea un matrimonio hundido en la rutina, un marido humillador, el avance de la edad, el abandono del amante o el síndrome de la cuidadora. También nos enfrentaremos al equívoco, escandalizándonos en la primera página del relato y riendo al final cuando comprobemos cómo las palabras juegan malas pasadas, sobre todo si somos curiosos impertinentes.
Y por cambiar de ambiente en un ejercicio que requiere poco esfuerzo, podremos sentirnos en una sala de cine reviviendo películas especiales que la autora nos trae con un guiño cómplice: nada menos que el gran Hitchcock con “Rebeca”, o la escena tan recordada de “El cartero siempre llama dos veces” entre unos apasionados Jack Nicholson y Jessica Lange, o esa historia sublime de Tita, no tanto con su amado Pedro, sino en la relación con su madre María Elena, en “Como agua para chocolate”, de Alfonso Arau.
A mí me gusta Ingrid, sueca tenía que ser, esa señora que se la juega frente a su marido bobo, insulso, superficial, asumiendo la nostalgia de lo que fue, pero ya no es, y así se sobrepone a su realidad enfrentándose a los convencionalismos y prefiriendo su dignidad a la vida cómoda después de su último intento por recuperar un tiempo mejor.
Anabel apenas se escabulle de lo cotidiano, se siente vital dentro de unos entornos de la intrahistoria que crean episodios relevantes, o que se hacen relevantes porque la autora los coloca en el escenario literario; tanto monta, monta tanto. Se atreve con la mirada ingenua de una niña narrando la aventura de su padre con una prostituta. Se atreve con aventuras electrizantes de amas de casa o ejecutivas de postín. Se atreve con la mujer madura y el joven transformado. Se atreve con insinuaciones de zoofilia. Se atreve con la grafología. Se atreve con el amor. Se atreve. Porque es valiente no le teme a una hoja en blanco ni a lo que en ella crea.
Se arriesga y gana.
"Sólo entre las hojas del libro hallé restos de su aroma"
Azules, no grises, Anabel Consejo
José Antonio Prades Villanueva
Gracias, socio
Magnífica reseña...Sólo me queda hacerme con un ejemplar. Anabel, si crees que lo podría conseguir por Sevilla (tal vez en La Casa del Libro) dímelo...en caso contario dime por favor como pedirlo.
ResponderEliminarUn beso.
Totalmente de acuerdo con la reseña.
ResponderEliminarValiente y sensual.
Abrazos.
La suerte de tenerlo como objeto necesario en mi mesita de noche/altarcito es inenarrable, bien cierto es que aún no pude "echarle el ojo" aunque intuya sus páginas y también lo sorprendentes que han de ser más allá de lo ya disfrutado con tus letras de años querida mía, Cuentista de mis entretelas... Segura estoy de quencontraré correspondencia con cada una de esas damas porque de seguro son y somos una en la (como dice José Antonio) valentía de la pluma corazón de su autora...
ResponderEliminar(Un sujetador... Esa prenda castradora para muchas, al menos para mí, esa prenda que coarta la libertad que la gravedad suplica dentro de la piel y que las apariencias obligadas niegan, esa prenda que oprime lugares sagrados, creo que la sensación de romper la presión, de deshacerlo, es tan placentera para hombres como para mujeres... Cada vez que me quito uno redescubro la libertad y sus placeres)...
Abrazo enorme maestra, amiga... Cuentista valiente e incansable... Y enhorabuena, una y mil veces!!!!
Tu sirenita!!!!
Telmo en su inocencia y torpeza con un sujetador se haría un gorro para sus orejas frías. Pero quiere felicitarle por su libro y sus historias y le desea mucho éxito. Él se siente muy acompañado siempre por usted y le da las gracias y un beso.
ResponderEliminarNo leo la reseña, aún. Necesito, por una vez ser original.
ResponderEliminarYa estoy muy próximo. Lo prometo.
Después vendré y os diré.
En todo caso, habiéndolo escrito José Antonio quizá debiera hacer lo contrario: leerla y copiarme. jeje
Pues ya está.
ResponderEliminarEs curioso que sobre el mismo libro hayamos escrito dos reseñas tan diferentes, aunque coincidamos en algunos detalles.
Las palabras de José Antonio acertadísimas y son una invitación a la lectura del libro.
Espero que las mías también lo sean (aparecerán publicadas a partir de la media noche, ya lunes 13).
Como José Antonio me ha gustado mucho Azules, no, grises.
El personaje de Ingrid me ha maravillado y el relato La Ciega, me llegó al alma.
Pero cualquiera de los 14 es digno de mención.
Pasaba para darte la enhorabuena directamente por la publicación de tu libro.
ResponderEliminarUn saludico
Hola! Ah! Pues yo también quiero hacerme con ese libro. Mi enhorabuena Amando, por esa fantástica presentación en sociedad. E igualmente a Anabel como escritora Excelente. Besitos.
ResponderEliminarAnabel, no hemos tardado ni 24 horas desde que recogimos el libro en devorarlo…digo hemos porque lo hicimos Mary (mi esposa) y yo…Después de la crónica que te hizo Amando del mismo en Pavesas y Cenizas poco nos queda que aportar que ya no dijera él. Por ponerle un “pero” pues que nos ha resultado corto…nos quedamos con ganas de leer más. Presiento que habrá en cartera una “historia de corbatas y pasadores” o parecido. Nos ha resultado de lectura fácil, amena y escrito con una literatura y textos asequible a los dos sexos. A mí particularmente me ha gustado por encima de los demás el relato La Ciega…A Mary, sin embargo Los Cuentos de Graciela…El denominador común que encontramos en todos los relatos es una gran dosis de sensibilidad ante la soledad de las protagonistas y que, en cada caso resuelves magistralmente.
ResponderEliminarDesde Sevilla recomendamos el libro y te enviamos un besazo.
Querida Anabel: soy Ana. No sé por qué mi ordenador se niega a identificarme y lo hace como La Esfera, pero soy yo.
ResponderEliminarLa crítica de José Antonio -enhorabuena- me parece acertadísima.
Leer tus relatos ha sido una delicia, son inspiradores, divertidos a veces, gozosos, emocionantes siempre.
Una vez más debo agradecerte el haberlos puesto en mis manos y darme la posibilidad de imbuirme en ese mundo sensual y emotivo tuyo.
Un abrazo bien fuerte