Los músculos del cuerpo se habían compinchado para aterirle las extremidades y estirarle las neuronas desde el cerebro hasta los pies. El volumen de la televisión le resonaba en los oídos como si les estallase una traca en la cabeza; el correr de las sillas y mesas; los gritos y risas; los insultos e idiomas ininteligibles; el soniquete incesante de los dados bailando en los cubiletes; la megafonía que no paraba de gritar nombres destinatarios de cartas… Se levantó como pudo y arrastró las zapatillas prestadas por la Administración hacia el patio. Hacía un frío intenso acompañado de una punzante niebla. Cada paso era un esfuerzo monumental pero no soportaba permanecer por más tiempo en el comedor. Observó que un “jai” se encendía un cigarrillo y se acercó a él lo más rápido que las piernas le llevaron.
-¿Me das un cigarro? –la voz le temblaba tanto como las manos.
El árabe no le hizo ni caso.
-Por favor, tío, necesito uno –estaba dispuesto a rogar hasta el infinito, a matar si fuera necesario por un puto cigarrillo-. No tengo pasta, tío, hoy por mí, mañana por ti…
-Mañana, mañana, cuando tú cobrar, devolver –le espetó el árabe con un cerrado acento que le impidió a Manuel comprenderlo.
-Lo que tú quieras, tío, lo que tú quieras. Gracias, colegón, gracias.
Absorbió con tanta ansia que pareció que el pitillo fuera a desaparecer entre sus labios. Tragó todo el humo que sus maltrechos pulmones le permitieron y expulsó una débil nubecilla que se confundió con la espesa niebla.
-¡Dios! –exclamó aliviado.
Dos años antes, Manuel se comía el mundo de party en party, de juerga en juerga, de colocón en colocón. Primero los fines de semana que empezaban el viernes, luego, se fueron alargando empezando el jueves hasta la mañana del lunes. Después, comenzó el bajón de los lunes, el de los martes y el de los miércoles y decidió que no había por qué pasarlo mal. La fiesta, por entonces, ya se extendía a lo largo y ancho de la semana. Para poder costear semejante ritmo de vida, se inició en el tráfico de pequeñas cantidades, pero ni aún así lograba el dinero que necesitaba para mantener su adicción a la cocaína. Se olvidó de que estaba matriculado en segundo de Derecho y se consagró en cuerpo y alma a la única amante que, según sus propias palabras, le satisfacía. El consumo había aumentado considerablemente los últimos ocho meses y no tuvo más remedio que adoptar soluciones más drásticas. Junto con sus amigos y colegas de correrías decidieron atracar un súper. Se dejaron en casa los jerséis Lacoste, las zapatillas Guru y sus parkas Diesel para no mancharse en un trabajo que, semanas antes, hubieran considerado asunto de pringados. Utilizaron, como firma, pañuelos de cuello y gorras Levi’s. Tras el tercer trabajo, ya los conocían como los chicos Levi’s. El modus operandi era siempre el mismo: Germán se acercaba a la cajera por detrás y le pinchaban el cuello con una navaja, Manuel abría la caja y se llevaba la recaudación; Pedro les esperaba fuera en el Golf. El negocio funcionaba, hasta que Pedro pensó que debían aumentar el número de intervenciones; estaba seguro de que nadie les podía reconocer y que no les iban a coger pues eran rápidos y limpios. Así que en dos meses se acabaron los súper de la ciudad y tuvieron que ir a por los de los pueblos cercanos.
-¡No grites ni te muevas! Abre la caja y no te pasará nada, guapa –le grita al oído Germán a la cajera.
Ésta se niega, dice que no va a darles la recaudación del día a unos ladrones de mierda. Germán aprieta más su navaja hasta que una gota de sangre comienza a resbalar por el cuello y la cajera, asustada, se arranca a gritar como una posesa. Pedro preocupado, oyendo el jaleo, entra al súper y le chilla a Germán:
-¡Que se calle, joder, que se calle! ¡Clávasela si hace falta, hostia!
Las clientas que llegan a la caja empiezan a chillar también. Manuel se ha quedado inmóvil sin saber qué hacer ante tanto griterío. Pedro se acerca a la caja para forzarla y, en ese momento, ella le quita el pañuelo que le cubre la cara, Pedro se encabrita y le propina un bofetón imprimiéndole tanta fuerza que obliga a la cabeza de la cajera a realizar el movimiento suficiente para que su cuello se autorebane en la hoja afilada de la temblorosa navaja de Germán. Las sirenas de la policía, avisadas por una clienta con móvil, cercan la salida del Golf y entran armadas al local. Ninguno opone resistencia, nunca habían visto tanta sangre. Mientras lo esposan, Pedro exclama:
-Pensaba que sólo los cerdos sangraban así.
Germán ya no dejó de temblar mirando sus manos ensangrentadas y Manuel vomitó dos veces en el coche policial. Primero pensaron que era la impresión ante tanto rojo, pero pronto descubrieron que el síndrome de abstinencia era mucho más duro que un simple mareo.
La primera semana estaba resultando horrible: les habían separado a los tres en módulos diferentes; el “mono” hacía estragos en el pulso y en las entrañas; tras ingerir la medicación lograba dormir un par de horas para despertarse inundado en sudor con pesadillas espantosas que le perseguían hasta que se encendía la luz minutos antes del recuento; pasaba el día en un angustioso comedor lleno de gentuza indeseable y en un patio sucio y frío; la familia no le había ingresado peculio todavía y no podía comprar tabaco ni conseguir una tarjeta de teléfono para llamarles. No le quedaba más remedio que tragar la bazofia que les daban para comer y mendigar cigarrillos y café. Dos moros enormes y malolientes le habían sugerido diez euros a cambio de un ratito en las duchas; el “kie” del módulo le había avisado que allí nadie movía un gramo de droga sin que él se enterara o recibiera una parte a cambio, también le había propuesto que, en su primer vis-a-vis, entrara un paquetito de droga “empetado”… Prefería mil veces las pesadillas nocturnas a la realidad diurna que le hacía desear haber sido él quien se hubiera desangrado como un cerdo en el maldito atraco.
-Manuel Tejada Garrido, pase por la oficina.
Una carta de sus padres le alegró la mañana. La abrió ansioso esperando unas palabras afectuosas y, sobre todo, la noticia de que le irían a visitar el próximo fin de semana para dejarle dinero. Pero una rabia punzante le hizo arrugar el papel con un odio atroz. Las letras manuscritas de su padre no destilaban ningún signo de cariño ni de compresión, unas líneas escuetas y frías en las que le deseaba que tuviera suerte en el camino que él había decidido emprender y que tan malos resultados le había dado; le decía que no esperara ya la ayuda que se le había brindado tiempo atrás y que tan soberbiamente él mismo había rechazado; que cuando el juicio se hubiera celebrado y según cómo fuera evolucionando en la prisión, tendría más noticias de ellos; que le habían dejado sesenta euros en peculio y eso era todo.
-Hijo de puta, hijo de puta.
En el comedor, la televisión sonaba a villancico: Bing Crosby cantaba “White Christmas” al piano junto a un exuberante árbol de Navidad y una chimenea encendida. No pudo reprimir sentir el calor del fuego en sus heladas manos, ni ver a su padre con esas orejas de soplillo fumando en su apestosa pipa, su madre también cantaba villancicos y el árbol lo decoraban los tres hermanos; a Carla, la pequeña, la levantaban entre él y su hermano Javier y colocaba la estrella en lo alto del árbol. Apretó los puños hasta hacerse heridas en las palmas de las manos intentando contener las calientes lágrimas. Salió al patio y se fue directo a los váteres, sabía que dentro el “Cuchara” y el “Lolo” se estaban pinchando.
-Necesito un pico.
-¿Qué dices, tío? ¿Con qué lo vas a pagar?- le inquirió el “Cuchara”.
-Acabo de recibir carta, este fin de semana vendrá mi familia y me dejará dinero.
-Pero tú no te pinchabas en la calle ¿no? Pasa, Cuchara, pasa, no le des que éste no está acostumbrao, éste le daba a la nieve –dijo el “Lolo”.
-¿Qué pasa, que no te vale mi dinero?-exclamó Manuel con todo el arrojo del que pudo hacer acopio.
-Oye tío, que aquí todos somos mayorcitos, ¿me entiendes? Si el chaval quiere un pico, el tío Cuchara se lo proporciona. Toma, éste es canelita en rama que era pa mí, pero no te olvides de pagar, ¿eh?, que si no, el próximo pico te lo pongo yo en persona. ¿T’has enterao, colega? Y me das el “peluco” como fianza.
Hicieron el trueque del reloj y la jeringuilla y Manuel se metió en el retrete contiguo. Manuel nunca se había pinchado, pero lo había visto hacer. Se ató bien fuerte el cinturón en su escuálido antebrazo, abrió y cerró el puño varias veces hasta que vio levantar una vena de entre su pálida piel. Tenía miedo, pavor, pero el asco de seguir allí le daba ánimos para acertar en el punto exacto donde debía introducir la aguja. Le entraron remilgos de última hora pensando en qué otras venas habría estado esa aguja, pero notas del villancico aún resonaban en su cabeza. Fue fácil, ni siquiera le dolió. Cerró los ojos, una paz, un descanso descomunal le invadió desde la punta de la aguja al resto de su cuerpo, a cada una de sus moléculas, todas y cada una de las cuales sentía. Escuchó cómo el corazón se ralentizaba y pudo contar el latido postrimero. Un árbol maravilloso le extendía un regalo envuelto en un papel de celofán rojo, oía la risa de su hermana Carla que correteaba mientras la perseguía su hermano Javier para quitarle la estrella, papá le llamaba y le decía lo orgulloso que estaba de él mientras mamá le besaba la frente y cantaban juntos:
-I’m dreaming of a White Christmas…
-¿Me das un cigarro? –la voz le temblaba tanto como las manos.
El árabe no le hizo ni caso.
-Por favor, tío, necesito uno –estaba dispuesto a rogar hasta el infinito, a matar si fuera necesario por un puto cigarrillo-. No tengo pasta, tío, hoy por mí, mañana por ti…
-Mañana, mañana, cuando tú cobrar, devolver –le espetó el árabe con un cerrado acento que le impidió a Manuel comprenderlo.
-Lo que tú quieras, tío, lo que tú quieras. Gracias, colegón, gracias.
Absorbió con tanta ansia que pareció que el pitillo fuera a desaparecer entre sus labios. Tragó todo el humo que sus maltrechos pulmones le permitieron y expulsó una débil nubecilla que se confundió con la espesa niebla.
-¡Dios! –exclamó aliviado.
Dos años antes, Manuel se comía el mundo de party en party, de juerga en juerga, de colocón en colocón. Primero los fines de semana que empezaban el viernes, luego, se fueron alargando empezando el jueves hasta la mañana del lunes. Después, comenzó el bajón de los lunes, el de los martes y el de los miércoles y decidió que no había por qué pasarlo mal. La fiesta, por entonces, ya se extendía a lo largo y ancho de la semana. Para poder costear semejante ritmo de vida, se inició en el tráfico de pequeñas cantidades, pero ni aún así lograba el dinero que necesitaba para mantener su adicción a la cocaína. Se olvidó de que estaba matriculado en segundo de Derecho y se consagró en cuerpo y alma a la única amante que, según sus propias palabras, le satisfacía. El consumo había aumentado considerablemente los últimos ocho meses y no tuvo más remedio que adoptar soluciones más drásticas. Junto con sus amigos y colegas de correrías decidieron atracar un súper. Se dejaron en casa los jerséis Lacoste, las zapatillas Guru y sus parkas Diesel para no mancharse en un trabajo que, semanas antes, hubieran considerado asunto de pringados. Utilizaron, como firma, pañuelos de cuello y gorras Levi’s. Tras el tercer trabajo, ya los conocían como los chicos Levi’s. El modus operandi era siempre el mismo: Germán se acercaba a la cajera por detrás y le pinchaban el cuello con una navaja, Manuel abría la caja y se llevaba la recaudación; Pedro les esperaba fuera en el Golf. El negocio funcionaba, hasta que Pedro pensó que debían aumentar el número de intervenciones; estaba seguro de que nadie les podía reconocer y que no les iban a coger pues eran rápidos y limpios. Así que en dos meses se acabaron los súper de la ciudad y tuvieron que ir a por los de los pueblos cercanos.
-¡No grites ni te muevas! Abre la caja y no te pasará nada, guapa –le grita al oído Germán a la cajera.
Ésta se niega, dice que no va a darles la recaudación del día a unos ladrones de mierda. Germán aprieta más su navaja hasta que una gota de sangre comienza a resbalar por el cuello y la cajera, asustada, se arranca a gritar como una posesa. Pedro preocupado, oyendo el jaleo, entra al súper y le chilla a Germán:
-¡Que se calle, joder, que se calle! ¡Clávasela si hace falta, hostia!
Las clientas que llegan a la caja empiezan a chillar también. Manuel se ha quedado inmóvil sin saber qué hacer ante tanto griterío. Pedro se acerca a la caja para forzarla y, en ese momento, ella le quita el pañuelo que le cubre la cara, Pedro se encabrita y le propina un bofetón imprimiéndole tanta fuerza que obliga a la cabeza de la cajera a realizar el movimiento suficiente para que su cuello se autorebane en la hoja afilada de la temblorosa navaja de Germán. Las sirenas de la policía, avisadas por una clienta con móvil, cercan la salida del Golf y entran armadas al local. Ninguno opone resistencia, nunca habían visto tanta sangre. Mientras lo esposan, Pedro exclama:
-Pensaba que sólo los cerdos sangraban así.
Germán ya no dejó de temblar mirando sus manos ensangrentadas y Manuel vomitó dos veces en el coche policial. Primero pensaron que era la impresión ante tanto rojo, pero pronto descubrieron que el síndrome de abstinencia era mucho más duro que un simple mareo.
La primera semana estaba resultando horrible: les habían separado a los tres en módulos diferentes; el “mono” hacía estragos en el pulso y en las entrañas; tras ingerir la medicación lograba dormir un par de horas para despertarse inundado en sudor con pesadillas espantosas que le perseguían hasta que se encendía la luz minutos antes del recuento; pasaba el día en un angustioso comedor lleno de gentuza indeseable y en un patio sucio y frío; la familia no le había ingresado peculio todavía y no podía comprar tabaco ni conseguir una tarjeta de teléfono para llamarles. No le quedaba más remedio que tragar la bazofia que les daban para comer y mendigar cigarrillos y café. Dos moros enormes y malolientes le habían sugerido diez euros a cambio de un ratito en las duchas; el “kie” del módulo le había avisado que allí nadie movía un gramo de droga sin que él se enterara o recibiera una parte a cambio, también le había propuesto que, en su primer vis-a-vis, entrara un paquetito de droga “empetado”… Prefería mil veces las pesadillas nocturnas a la realidad diurna que le hacía desear haber sido él quien se hubiera desangrado como un cerdo en el maldito atraco.
-Manuel Tejada Garrido, pase por la oficina.
Una carta de sus padres le alegró la mañana. La abrió ansioso esperando unas palabras afectuosas y, sobre todo, la noticia de que le irían a visitar el próximo fin de semana para dejarle dinero. Pero una rabia punzante le hizo arrugar el papel con un odio atroz. Las letras manuscritas de su padre no destilaban ningún signo de cariño ni de compresión, unas líneas escuetas y frías en las que le deseaba que tuviera suerte en el camino que él había decidido emprender y que tan malos resultados le había dado; le decía que no esperara ya la ayuda que se le había brindado tiempo atrás y que tan soberbiamente él mismo había rechazado; que cuando el juicio se hubiera celebrado y según cómo fuera evolucionando en la prisión, tendría más noticias de ellos; que le habían dejado sesenta euros en peculio y eso era todo.
-Hijo de puta, hijo de puta.
En el comedor, la televisión sonaba a villancico: Bing Crosby cantaba “White Christmas” al piano junto a un exuberante árbol de Navidad y una chimenea encendida. No pudo reprimir sentir el calor del fuego en sus heladas manos, ni ver a su padre con esas orejas de soplillo fumando en su apestosa pipa, su madre también cantaba villancicos y el árbol lo decoraban los tres hermanos; a Carla, la pequeña, la levantaban entre él y su hermano Javier y colocaba la estrella en lo alto del árbol. Apretó los puños hasta hacerse heridas en las palmas de las manos intentando contener las calientes lágrimas. Salió al patio y se fue directo a los váteres, sabía que dentro el “Cuchara” y el “Lolo” se estaban pinchando.
-Necesito un pico.
-¿Qué dices, tío? ¿Con qué lo vas a pagar?- le inquirió el “Cuchara”.
-Acabo de recibir carta, este fin de semana vendrá mi familia y me dejará dinero.
-Pero tú no te pinchabas en la calle ¿no? Pasa, Cuchara, pasa, no le des que éste no está acostumbrao, éste le daba a la nieve –dijo el “Lolo”.
-¿Qué pasa, que no te vale mi dinero?-exclamó Manuel con todo el arrojo del que pudo hacer acopio.
-Oye tío, que aquí todos somos mayorcitos, ¿me entiendes? Si el chaval quiere un pico, el tío Cuchara se lo proporciona. Toma, éste es canelita en rama que era pa mí, pero no te olvides de pagar, ¿eh?, que si no, el próximo pico te lo pongo yo en persona. ¿T’has enterao, colega? Y me das el “peluco” como fianza.
Hicieron el trueque del reloj y la jeringuilla y Manuel se metió en el retrete contiguo. Manuel nunca se había pinchado, pero lo había visto hacer. Se ató bien fuerte el cinturón en su escuálido antebrazo, abrió y cerró el puño varias veces hasta que vio levantar una vena de entre su pálida piel. Tenía miedo, pavor, pero el asco de seguir allí le daba ánimos para acertar en el punto exacto donde debía introducir la aguja. Le entraron remilgos de última hora pensando en qué otras venas habría estado esa aguja, pero notas del villancico aún resonaban en su cabeza. Fue fácil, ni siquiera le dolió. Cerró los ojos, una paz, un descanso descomunal le invadió desde la punta de la aguja al resto de su cuerpo, a cada una de sus moléculas, todas y cada una de las cuales sentía. Escuchó cómo el corazón se ralentizaba y pudo contar el latido postrimero. Un árbol maravilloso le extendía un regalo envuelto en un papel de celofán rojo, oía la risa de su hermana Carla que correteaba mientras la perseguía su hermano Javier para quitarle la estrella, papá le llamaba y le decía lo orgulloso que estaba de él mientras mamá le besaba la frente y cantaban juntos:
-I’m dreaming of a White Christmas…
© Anabel
Un relato vertical, como la poesía que en su día me propusiste, desde el cielo al infierno...un camino tantas veces recorrido por lo hombres en un extraño ánimo de autodestrucción...incomprensible pero cierto.
ResponderEliminarPlanteas las secuencias y el desenlace de tantas estrellas fugaces que se hunden hasta desaparecer para siempre...ya sabes lo que opino de ti y tus cuentos...eres maravillosamente buena...un beso desde azpeitia
Y pensar que en este mismo instante otras historias como ésta se están haciendo realidad... besos, Cuentista. Y feliz, feliz Navidad.
ResponderEliminarhttp://senderosintrincados.blogspot.com
Entro para enviarte mi deseo de que pases felices días y feliz 2009
ResponderEliminarEntraré con más tiempo a leerte y a ponerme al día.
Un abrazo
Va una guiñadita y un beso, amiga. Un saludo para un Año nuevo de mucha salud y éxitos. Hek
ResponderEliminarPor un feliz año.
ResponderEliminarY que sigan las historias. Un abrazo
Muy duro y real, Anabel.
ResponderEliminarMe encanta como escribes.
Un beso.
Una vez más paso volando hasta que te aterrice de nuevo y pueda quedarme.
ResponderEliminarQuiero que pases por casa a recoger un regalito ANABEL, es muy lindo.
(Última entrada, abajo del todo).
Besazo,
Mar.
Tu sirenita valiente está llorando a lágrima viva mientras escucha esa canción... Antigua, como de sueños de niños mayores, como de recuerdos que nunca existieron, como si fuera ese chico y la heroína le corriera por las venas, con los ojos cerrados y sintiendo una profunda y ansiada paz, aunque sea sucia como la nieve pisada.
ResponderEliminarMe siento como una imbécil, hace unos días me dio un arrebato parecido. Te sientes el ser más desgraciado del mundo y de pronto una realidad insultante te abofetea la cara de mema llorona. De niñata quejosa.
¿Por qué no sabemos ser felices con nuestros cuatro palitos?... Sí, a veces es duro, ¿Quién vino al mundo con patente de corso? Pero... Joder! Anabel, Dios cómo escribes! No puedo dejar de llorar... He podido verlo y sentirlo todo, cada palabra, como si fuera yo el protagonista, el frío, la pena, el asco, la añoranza, la sensación de irrealidad, el abandono, el autoabandono, la necesidad de olvido...
Y todo se mezcla con el tópico de estas hipócritas fiestas. La única realidad en esta estúpida tradición milenaria es que cambiamos de unos dígitos a otros en el almanaque tras un espacio de tiempo establecido por nosotros mismos. Todos tenemos alguna carencia (o casi todos) que se acentúa cuando los escaparates te refriegan lo que deberías tener y no tienes, los afectos que perdiste, el calor de un hogar que en el mejor de los casos sólo existió de niños, cuando aún no se sabía lo que era pagar una puta factura ni aguantar a un jefe...
Y a veces seguimos caminos traicioneros, estamos hechos de un extraño material que nos permite tomar decisiones conscientes y lógicas en una sociedad que no lo es. Un material que permite el acierto y el error, que nos hace vulnerables... A algunos.
Y ocurre que puede ser que... Que mires atrás un día y todo, todo aquello cuanto quisiste haya quedado muy lejos, y el camino borroso, e incluso borrado...
En fin... Como siempre me has sacado la entraña. Tengo un constipado (que llega mezclándose con el final de una contractura aderezada con mi habitual neuralgia y dolor de ojos). Tenemos la casa como un derribo [a veces quiero pensar que la estamos remodelando en vez de que se nos cayó el techo, parte de él], todo podría ir mucho mejor y no tengo ninguna ilusión por beber cava mientras pasamos del 8 al 9... Pero chica...
No voy a consolarme porque otros lo pasen mal, simplemente veré la botella medio llena: tengo amor, amigos, familia, una lavadora nueva, una tele en proyecto, la barriga llena... Y hasta la suerte de poder leer y contar con personas como tú, con esa sensibilidad punzante que no deja indiferente en ningún caso.
Por las condiciones a las que me veo sometida (ya le he dicho a mi novio que si me corto el pelo, como él ya está rapado podemos hacer "Asesinos natos II" con el casero, su jefe, su novia y la chica de las reuniones de Tupper... y... En fin, es una broma con título parecido a peli de Peter GreenAway), pues eso, por dichas condiciones no tengo fácil acceso a internet, ni al correo, ni a las ganas... Pero sí que ha merecido la pena venir a tu casa y empaparme de tus letras.
Que Dios te bendiga y seas siempre feliz.
Nunca dejes de avisarme.
(Buen regalo nos hizo CAMINANTE NOCTURNA, cuando uno no puede otro tira de ti para continuar avanzando. En esta tarde me sacaste un poco de corazón escondido bajo los escombros... Bonito contraste rojo palpitante sobre el polvo gris del cemento).
Un beso y un abrazo... Inconmensurables.
Tu sirenita, más valiente que hace un rato.
Ante todo perdonad por como os llegue este mensaje pues tengo prfoblemillas para enviar correos y no ando muy "católica", si os "cae" en los comentarios de vuestros blogs de golpe lo siento, los aludidos van en mayúsculas (podéis buscaros así a vosotros mismos) y sacándole la parte buena es un modo estupendo de practicar la endogamia... Visitad a los demás... Merece la pena!!!
ResponderEliminar(Ay, me van a matar...).
(Bueno, a ver si no se me olvida que sigo necesitando un trasgu... Lo apuntaré en mi bloc INTROSPECTRE, juas, si lo encuentro!). Por cierto ALEX, tú eres asturiano, por dios, consígueme una buena foto!!!!! No sabes la falta que me hace...
Sir ...Spectre (ja!), sabes que puse ventana directa a tu casa (léase enlace patatero de los de siempre)... A ver si alguien me explica cómo se ponen esas ventanitas tan chulas que tengo blog de plantilla antigua...
Te conocí como caballero que salvaba a damiselas en apuros y ahora eres un héroe nocturno, me temo que acabaré haciéndote un altar y poniéndote velas, jajajajaja... Pero qué bueno el reencuentro :)
ELISA: Gracias, quería despegarme del Feggggggegggoggggossshé de marras de todos los años, al menos un poquito. Como le dije a CAMINANTE la gente no suele reírse con mis cosas, así que un motivo más de alegría que sumar a las fechas (siento que te caiga este marrón, bonita tarjeta de presentación te hago, no suelo, pero es que no tengo otra y quería, al menos, contestaros antes de que el virus invada toooodo mi cerebro, espero poder pasarme pronto por tu casa como un ente seminormal).
CAMINANTE... ¿Qué decirte? Ya te comenté mientras paseaba contigo la otra tarde, y además me brindaste un precioso regalo.
Me gusta sentarme a leeros y comentaros, meditar y pensar cuando algo me pinza el espíritu, decir lo que pienso y me hacéis sentir. Últimamente no resulta fácil por problemas logísticos pero pasarán. Ya empecé a contaros pequeñas aventurillas y chuminás y bueno, como a nuestra casa, a ésta (virtual) también le hacen falta unos cuantos arreglillos... Esperemos que se pasen las fiestas, el constipado, la contractura, los albañiles, los "deberes" no hechos... Y yo qué sé qué más...
Gracias por todo, por tus buenos deseos, y por haberte dado a conocer. Un lujo.
(Bueno, ahora el ratón está graciosillo: UN EXORCISTAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA!!!!!!!!!!) Ay...).
SARA (Anteriormente SILVIA), soy MAR no MARÍA!!! jajajajajajaja, aunque bueno, un María de primero, si, con un "del" en la parte central... Me alegra tu sano Big-Bang, de veras, son estupendos cuando vienen y notas que verdaderamente vienen y que los necesitabas: les abres las puertas y dices - "toda tuya Big-Bang..., llévame lejos aunque sea para traerme de vuelta... Pero dejemos la basurilla por el camino... (Aunque nos multen, hale!)"-. Sí, están bien. Muy bien.
No sé por qué se va Silvia aunque sé que tienes dos casitas más, no se te ocurra desaparecer sin dejar rastro y hacer que nos quedemos a la espera sin límites ¿Eh????... Una señalita de vez en cuando, por favor. Me congratulo con tu limpieza SARA, como si fuera mía. Buen viaje y pronto retorno. Danzarina o quietita para mi siempre serás como campanilla... Ya sabes, cuando le pones "cara a alguien" ya no hay manera ;)
ETERNIA!!!! Me encanta eso que dices... Ojalá pudiera llevar una de verdad sin que me detuvieran, pero que me quiten lo bailao... Una hermosa regadera rojo brillante llena de agua que de vida... Me quedo con todos los besos que me mandas, gracias por desear que siga siendo tal cual (sonrisilla), es muy bonito, sobre todo cuando cambiar resulta difícil y gris (al menos en lo que a la regadera se refiere, creo que me entiendes).
jajajajajaja, SASIAN, ni que lo digas, a los que vivimos en crisis permanente no nos afecta demasiado (aunque haya que aguantar más cara de pocos amigos), claro que puedes tomar esos deseos como tuyos y sumar cuántos quieras.
Por cierto (aunque he tardado en descifrar la clave... Se me fue la cabeza a Las Vegas con el entomólogo forense), piensa que ellos, el C.I. Siempre están y estarán a tu servicio para que cuando, si puedes, puedas gastarte un duro, al menos los tengas en cuenta como posibilidad. Es que están en todo SASIAN...
Espero que puedas recoger pronto tu regalito :)
ANABEL... Si yo hoy no pensaba escribir nada, si nostoy pa ná, si todo esto es culpa tuyaaaaaaaa!!!! Qué puedo decirte ahora si me has dejado impresionada: POR FAVOR, PASEN TODOS POR CASA DE LA CUENTISTA Y LEAN, LEAN... Lean y aprendan (aprendamos), a sacarle jugo a la vida incluyendo sus/nuestras miserias...
Hay personas como tú que dan sentido a eso de andar por mundos virtuales y perderse, sin quitar los pies del suelo pero siendo espectadores del más fantástico paisaje de nubes.
Coincido con AZPEITIA en que eres genial. Muy buena. Ojalá un día tenga un libro tuyo en mis manos dedicado a una sirenita (que procura ser) valiente.
Cómo no vas a estar en "Días Raros"??? Tú crees que es lo normal andar por ahí y hala! Conocerte!!!????
Todo mi amor.
MARÍA: sabes que te descubrí cuando tú me descubriste y al leerte me sacaste del negro de golpe para poder decir a boca llena algo que no suele frecuentarse en estos lares, en los que solemos ponernos tan solemnes, algo tan natural y primario, tan importante.
Escojer no me gusta (la verdad, podría haber roto las normas, je), pero lo tomé como un bonito presente y con el mismo cariño y respeto con el que me lo dieron lo ofrecí.
Seguimos cerca MARÍA, un abrazo!
AGUS... Mi AGUS... Mi primer amigo acá, mi amigo acá. Deseando que me cuentes me quedo y devolviéndote todos los besos que me envías.
(AGUS ACOSTA es un video-creador genial, simplemente escribid su nombre en google. Sobre todo aquellos interesados por los derechos humanos, el hombre y el mundo, aún decepcionados, no importa).
ATODOS: Supongo que volveremos a leernos con un 9 recién estrenado. Supongo y espero. A todos, presentes o no, lejanos o cercanos, incluso a los no conocidos que lean estas letras... Y a los "por conocer": FELIZ AÑO (no, si al final mucho reivindicar y una es una blanda). No pude pasarme por todas las casas que quisiera, ni soy PAPÁ NOEL ni un REY MAGO (afortunadamente, sobre todo para mi novio). Os tengo presentes...
Hasta la vuelta!
NOTA: me rompí un trocito de diente también, pero como fue comiéndome una necorita....mmmmm..... No cuenta, juas!
;)
...con retraso, pero que empieces el año muy bien y que sea tan bueno como lo empiezas, ...ya me hago un lío que "paqué".
ResponderEliminarSigo con tus relatos, pero poco a poco, ...y me gustan.
Un saludo.
Vine a felicitarte por este año nuevo y me encuentro una cruda realidad de vida cotidiana en muchas personas. El ser humano en su máxima expresión de amor familiar y los pasos que decide seguir un miembro de ella hacia su propia destrucción llevándose entre los pies a otros seres humanos.
ResponderEliminarExcelente tu narrativa, se hace sentir en cada célula.
Gracias por tu visita a mis cuentos y narraciones, donde mi caballero que dices, es un símbolo de todos los seres humanos, cada uno tenemos que poner nuestro trabajo para que este caballero anote en la crónica de su periodo lo mejor de nosotros mismos.
Un abrazo y felicitaciones dobles, porque tengas un buen año y por tus escritos muy buenos
Celia Rivera Gutiérrez
Gracias corazon, muchos recuerdos, abrazos y besos. Y no importa que haya de hacer de tripas corazones y tomar limonadas de vez en cuando...aqui estoy para lo que quieras mandar. Hek
ResponderEliminarANABEL, mi niña cuentista de lujo... Qué más puedo decirte tras el repertorio pasado????? Luces de abeto para cuello de sirena "de postal"???? Pues sea!!! Las luciré en mi pensamiento acordándome de que tú me las regalaste (y mi amor también lo sabe, que me las regalas tú, la niña de las historias y cuentos).
ResponderEliminar(psssss... Tengo ganas de ver los ojillos que ocultas tras la mangaaaaaaaaaaaaaaaa!!!!!! jajajajajaja).
Yo también te quiero, y te deseo todo lo mejor siempre, creo que lo sabes de sobras.
Anabel,
ResponderEliminarUn relato impactante, que deja sin aliento. Tan crudo como real, lamentablemente.
Excelentemente narrado!
Un beso y éxitos!
Increible, como todo lo que sale de tu mágica pluma amiga!!!
ResponderEliminarEspero que estés espectacular!
Un gusto leerte!
Abrazos
He estado algo dispersa, y veo que se me acumuló la lectura cuentista...
ResponderEliminarEspero ponerme las pilas... y a por tod@s.
un saludo
;)
Hola Anabel,
ResponderEliminarAunque con retraso, porque he estado de descanso y parón, paso a dejarte un abrazo postnavideño.
Como siempre, disfruto con tus relatos.
Besitos