viernes, 6 de abril de 2007

No se es alma blanca por gusto



No se es alma blanca por gusto. Dios te zarandea en tu tumba y te estira de los omoplatos hasta que se convierten en alas. En mi caso, Dios debía tener mucha prisa porque no estiró lo suficiente y se me quedaron un poco cortas. Por eso, estoy haciendo régimen, ya no como tantas nubes. Luego me ordenó que bajara a la tierra a solucionar un par de entuertos y me dio un empujón, ser dios tiene sus privilegios. El aterrizaje fue un poco accidentado, todavía no he perdido todos los quilos que debiera en proporción con la envergadura de mis alas. Mientras descendía, pude observar que entuertos había en demasía, tantos que era muy complicado elegir, y teniendo en cuenta lo raros que somos, perdón, sois los humanos, ninguno de fácil resolución. Así que decidí tomarme un respiro y estudiar el terreno. Primero fui a visitar mi casa, tenía cierta curiosidad por ver cómo soportaban mi pérdida.
Por fuera, la casa seguía igual. Me sorprendió el buen estado del césped, siempre había sido uno de nuestros motivos de pelea favoritos. Atravesé la puerta de entrada, las almas blancas hacemos cosas así, y me acerqué a la cocina. Allí estaba mi mujer preparando la comida. “Esto de no verla en bastante tiempo hace que la encuentre más guapa… Vaya, no me había dado cuenta que tuviera ese culo, coñ…, perdón Señor, retruécanos, qué tetas. Si la hubiera visto con estos ojos no me hubiera muerto. ¡Atchís!” No había acabado de maravillarme cuando de pronto veo entrar a un adonis en pantalones y con una tijera de podar en la mano, “¡atchís!”, que la agarra de la cadera, le mete la lengua hasta las amígdalas y le arranca la blusa dejando al aire, ¡alabado sea Dios!, sus tetas. Si no hubiera sido por lo indignado que estaba y porque no tenía pene, me hubiera empalmado. Desesperado y excitado, mentalmente, subí a las habitaciones de mis hijas en busca de recuerdos más agradables y llevaderos. “¡Atchís!” No podía entender a qué venían esos estornudos. La habitación de la mayor se encontraba extraordinariamente recogida y limpia, lo que entendí al localizar una foto en la que mi hija estaba vestida de novia al lado del pamplinas de su novio. “Me voy de casa y esto se desmorona.” Fui a la de mi hija pequeña, ésta debía vivir aún en casa porque su habitación era un horror, parecía el campo de una batalla recién acabada. “Bueno, por lo menos esto sigue igual”. Oigo que alguien llega y bajo esperanzado que sea mi hija; al bajar las escaleras, “¡atchís!”, algo peludo, negro y de cuatro patas me atraviesa las piernas haciéndome perder el equilibrio. El animal aquel se lanza sobre mi hija y la enciende a lametazos. “¡Atchís! ¡Qué asco! Estaban esperando que me muriera para comprarse un perro.” Si todo hubiera quedado allí, me hubiera dedicado a mi misión y me hubiera ido en busca de graves conflictos internacionales, un tanto decepcionado, eso sí. Pero no, la cosa no acabó allí. Tras quitarse de encima al chucho, mi hija tuvo que aguantar que le babeara el adonis sin camiseta y pastilla de chocolate por tripa.
- ¿Qué haces? Que nos va a ver mamá.
- No, tonta, que se ha ido a comprar. Tenemos tiempo de echar un polvo, caramelito.
“¿¡Caramelito!? Pero este gilipollas de mierda, perdón Señor, ¿qué se ha creído? Esto es un conflicto como la copa de un pino y lo voy a solucionar. Sí, Señor. ¡Atchís!” Este último estornudo me dio una idea que ni venida del cielo.
Al cabo de pocos días me encontré al adonis, no convertido en un Dios, pero lo más parecido que podía aspirar en muerte. Como si lo acabara de conocer le pregunté por su fallecimiento, desafortunado sin duda por su joven edad. Y él, apesadumbrado, me contó su historia mortal.
- Pues es un poco raro de explicar porque ni yo mismo lo tengo muy claro, me parece un sueño. La señora me contrató para que le cuidara el jardín, le paseara el perro y algún que otro servicio más. La verdad es que tras la operación, casi milagrosa diría yo, hacerle servicios era bastante sencillo y se convirtió en una tarea diaria. Me enamoré de la hija pequeña, pero no dejé de servir a la madre. Luego, misteriosamente, empecé a sentirme atraído por la hija mayor, lo que todavía hoy no entiendo. Fui a trabajar un día que había reunión familiar e intenté hacérmelo con la mayor en la despensa, con tan mala suerte que a su marido se le antojaron unas nubes de azúcar, y eso que era diabético. Nos pilló en pleno jolgorio. El tío se puso hecho un diablo, me sacó a empujones fuera de la casa, a pesar de que es un enclenque. Yo no podía reaccionar, estaba paralizado. Para redondear el asunto, la mierda de chucho éste mordisqueándome los tobillos. En fin, entre empujones y puñetazos llegamos a la calle, y con el fragor de la pelea no vimos el camión de reparto del súper, ni él nos debió ver a nosotros porque ni siquiera frenó. Total: el chucho y yo morimos y el inútil del cornudo se queda tetrapléjico, con lo que le da tal soponcio a la hija mayor que ha pillado una depresión de caballo y se han tenido que mudar a casa de su madre para que les cuide. La pequeña viendo el panorama ha decidido hacerse monja y la madre, en su desesperación no para de repetir: “¿Por qué te fuiste Manolo?” Y yo me sigo preguntando: ¿qué cojones le vi a la mayor si es fea como un pecado?
- Cada cosa en su sitio; entuerto solucionado.
- ¿Qué dice?
- Que son cosas que pasan, hijo. Por cierto, te aconsejo que no digas tacos, a Dios le pone muy nervioso.
Creo que he sido mejor en vida que muerto, pero nunca es demasiado tarde para aprender. Lo malo es ¡atchís! que las alergias no se van con la muerte y tengo al chucho a mi vera por toda la eternidad, yo creo que ha sido idea de Dios.

© Anabel

2 comentarios:

  1. Es que hay gente que no puede dejar nunca de tocar las pelotas... pero NUNCA!

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  2. Fantástico...que ironía, que cuadro de la vida diaria, me encanta el tratamiento que has hecho del argumento...me has hecho reir y eso es aproximadamente cuatro o cinco horas más de vida que te debo. Eres una artista.
    ¡Ah! leyendo tu corto, se me olvidaba el motivo de mi visita por sorpresa a tu hogar literario....(menos mal que no te he pillado en la cocina con el fontanero...) Estoy altamente honrado y sorprendido, de que su majestad se haya dignado enriquecer con su presencia mi humilde página...ha sido para mi una enorme alegría...sinceramente besa su mano....antonio azpeitia

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